Son las 5 de la madrugada, todavía no
sonado el despertador y los nervios no me dejan pegar ojo.
Llevo esperando este momento desde hace
años... Ir a Londres, conocer a mis ídolos, escucharlos en directo
y sentir esa emoción de la que todo el mundo habla.
Tengo que estar en el aeropuerto de
Málaga a las 6, ya que, a las 7 y media, sale el avión y comenzará
mi aventura por la capital británica, a pesar de ir sola, lo voy a
disfrutar como nunca.
Al cabo de 5 minutos decido levantarme
y empezar a prepararme. Elijo unos pantalones cortos altos, una
camisa blanca sin mangas, unos tirantes azules y unas vans rosas., me
recojo mi melena castaña con reflejos rubios en una trenza, cojo las
maletas, mi bolso, mi imprescindible cámara y salgo a la calle
dispuesta a cumplir mi sueño.
Al cabo de 3 horas y media comienzo a
ver la ciudad de mis sueños.
Cuando recojo mi equipaje me pongo en
camino a la salida para pedir un taxi que me llevara al hotel. En
cuanto puedo entrar en mi habitación dejo todos mis bártulos y me
dispongo a dar un paseo por la transitada cuidad. En ella veo
personalidades de todos los tipos desde el secretario mas formal y
serio al vagabundo mas necesitado y risueño, con lo que recordé ese
dicho que dice: “El dinero no da la felicidad”.
A las 1 de la tarde me dirigí,
hambrienta y entusiasmada, a un famoso “Fish&Chips”. El sabor
no me decepcionó como esperaba.
Pensé que podría ir a visitar el
famoso Museo Británico en el había de todo un poco, cuando salí ya
era de noche y cogí el metro para volver al hotel.
Llegué a la habitación, estaba muy
cansada así que me tiré en la cama y pensé en el maravilloso día
que me esperaba mañana hasta que me quedé dormida.